El Legionario

Reclutamiento
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Durante la época imperial los requisitos para convertirse en legionario, eran: ser delgado pero musculoso, tener buena vista y oído. También era preciso saber leer y escribir, sobre todo, ser ciudadano romano. Esto no quería decir que fuera ciudadano de Roma, sino, que tuviese la ciudadanía romana.
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La ciudadanía se conseguía después de servir en el ejercito durante 25 años en puestos auxiliares, lo que le otorgaba derechos y privilegios especiales a él y a toda su familia.
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Los aspirantes a soldados, tras acudir a la oficina de reclutamiento, que se encontraba en la capital de provincia, era sometidos a una entrevista y un reconocimiento médico. Una vez admitidos, prestaban juramento de obedecer a sus superiores y no desertar. Sus documentos, junto con un certificado del gobernador y las dietas de viaje (tres monedas de oro por cabeza), se entregaban a un oficial que les acompañaba en el largo viaje hasta el destacamento designado.
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Instrucción y Entrenamiento
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Durante cuatro meses los nuevos reclutas eran sometidos a un entrenamiento implacable. Al concluir éste periodo los sirvientes ya podían llamarse soldados (Milites). Los que no podían resistir el entrenamiento, eran rechazados.
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Primero se les enseñaba a desfilar marcando el paso. Luego se les llevaba de marcha, forzándolos al máximo, hasta que eran capaces de recorrer 20 millas romanas (30 Km.), en cinco horas. Después tendrían que recorrer la misma distancia cargados con todo su equipo, que incluía armas y armadura, utensilios de cocina, estacas para la empalizada, instrumentos para cavar y provisiones para varios días, pues al final de cada marcha tenian que levantar un campamento con terraplenes y fosos de defensa.
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El entrenamiento continuaba, hasta que eran capaces de recorrer 24 millas romanas (36 km) en cinco horas.
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En un principio los legionarios utilizaron bestias de carga y carros para transportar el equipo. Pero el célebre general Mario, impulsor de grandes reformas en el ejército, los obligo a transportar personalmente casi toda la impedimente necesaria para reducir el tamaño de las caravanas de intendencia. El equipo completo, debería pesar 30 kilos, y las armas y armadura más de 20 kilos. Los legionarios realizaban marchas tres veces al mes durante 25 años. Éste entrenamiento y capacidad de desplazamiento fue una de las causas por la que el ejército romano era tan superior a otros ejércitos. Esto era solamente parte de la instrucción, puesto que el programa de entrenamiento, también incluía carreras, saltos, equitación y natación. Cuando se consideraba que se encontraba en buena forma física, comenzaba la instrucción en el manejo de las armas.
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Los reclutas aprendian a atacar a una gruesa estaca clavada en el suelo con una pesada espada de madera, y un escudo de mimbre que pesaba el doble de un escudo normal. Se les insistia que golpearan de frente, sin describir arcos con la espada que puede evitarse con más facilidad. También se les entrenaba en el lanzamiento de pesadas jabalinas de madera contra las estacas.
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Una vez superado éste paso, se les consideraba dignos de empuñar armas auténticas forradas de cuero para evitar accidentes; que les debería parecer ligeros en comparación con las pesadas armas de madera.
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Rutina Diaria
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Terminados los cuatro meses de instrucción y ya convertidos en soldados (Milites), seguían realizando marchas, ejercicios y entrenamientos, aunque ya disponían de algún tiempo libre, pero se les mantenia ocupados durante las horas de trabajo. Al amanecer se presentaban al Centurión para que les asignara las tareas de la jornada, principalmente guardias o trabajos de limipieza. También se les asignaba patrullas o funciones de policía, pero también de construcción de calzadas y obras civiles, en donde debían picar piedra en las canteras, cavar cimientos, alisar caminos y pavimentar. Todo nuevo legionario procuraba conseguir un destino que le evitara trabajos desagradables. Estos trabajos, destinados para los que conocían un oficio (herreros, carniceros, enfermeros, domadores de caballos, etc.) eximían de realizar otras tareas.
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Percenio, lider de un motín contra Tiberio en el 14 d.C., se expresaba de la siguiente manera: "El servicio militar es duro y poco provechoso. Tu cuerpo y alma se valoran por unas cuantas monedas al día; con ésta limosna tienes, además de pagar la ropa, las armas y las tiendas de campaña, así como los sobornos para los Centuriones que son demasiado crueles, y poder así liberarte de los encargos pesados."
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Los soldados tenían prohíbido casarse, por ello eran muy usuales lo matrimonios informales e incluso que tuvieran hijos; éstos no serían legítimos, pero esto se arreglaba cuando se retiraban. De hecho, tan pronto cualquier hombre se integrara al ejército, su matrimonio quedaba legalmente anulado. El emperador Séptimo Severo (193 - 211 d.C.), dió permiso a sus soldados para que vivieran con sus esposas, en vez de obligarles a volver cada noche al campamento.
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Pero también existían algunas ventajas: una paga regular considerablemente superior a la de un labrador, y el mejor servicio médico del imperio. También se podían aprender otros oficios, y después de la derrota del enemigo, muchas veces se presentaban oportunidades de saqueo.
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Además de la paga también se recibian otras recompensas. Augusto entrego 75 sestercios a cada uno de los legionarios, mientras que Claudio estableció una costumbre de pagar un donativo en metálico al inicio del mandato de un nuevo emperador.
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Augusto también se preocupo de que se gozara de una buena jubilación después del cumplimiento del servicio; los licenciados (soldados con permisos), recibian una parcela de tierra o una buena cantidad de dinero, equivalente a la paga de 12 años.

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